El enigma persigue a "la divina" Greta Garbo, 25 años después de su muerte
martes, 14 de abril de 2015 7:18 By Augusto Socìas
Nueva York, (EFE).-Hace veinticinco
años que murió, escondida en el anonimato que había escogido durante
casi medio siglo, pero todavía hoy "la divina" Greta Garbo sigue siendo
una de las más enigmáticas y bellas figuras de Hollywood.
El
15 de abril de 1990 falleció en Nueva York, a los 84 años, Greta Lovisa
Gustafsson, la "esfinge sueca" que se retiró del mundo del cine con
apenas 36 años, cuando era la actriz mejor pagada de Hollywood, para
huir de una vida pública que, según muchos, siempre aborreció.
"Intentó ser una figura misteriosa", aseguró el responsable del
departamento de cine del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA),
Charles Silver, sobre la personalidad evasiva, hermética y distante de
una mujer que se ganó a pulso el sobrenombre de "la que nunca se ríe".
Bajo las siglas del sello Metro Goldwyn Mayer (MGM), Garbo fue la
icónica cara de muchas de las películas románticas más memorables de la
década de 1930, como "Grand Hotel" (1932), "Queen Christina" (1933),
"The Painted Veil" (1934), "Anna Karenina" (1935), "Camille" (1936) o
"Ninotchka" (1939).
"Personalmente pienso que es probablemente
la mejor actriz de cine que hemos tenido nunca", opinó Silver, en la
línea de muchos de los estudiosos del mundo cinematográfico, que
consideran que lo mejor de las películas de Garbo es la propia Garbo.
Como en "The Divine Woman" (1928), el film perdido que la bautizó con
el apodo que la perseguiría hasta el fin de sus días, Garbo solía
encarnar el sufrimiento al interpretar a una mujer desencantada con la
vida que se veía impulsada hacia un inesperado y desatinado amor.
Sus interpretaciones le valdrían tres nominaciones al Oscar que nunca
ganó, tal y como le sucedió a otros hitos como Rita Hayworth, Marilyn
Monroe o Marlene Dietrich, con la que se especula que tuvo un romance.
Hollywood tan solo le proporcionó el sabor amargo de una estatuilla en
honor a su carrera, en 1954, que ni recogió.
Tras haber
consolidado su carrera en el cine mudo, el descubrimiento de su voz
grave tras rodar su primera película sonora, "Anna Christie" (1930), y
la frase de promoción del film -"¡La Garbo habla!"- la elevaron al
estrellato.
"Se retiró tan joven... que se perdió muchas
películas buenas de después de la guerra", suspiró el comisario, que
trabaja organizando exhibiciones de cine en el prestigioso museo
neoyorquino desde 1970.
La combinación entre un tímido éxito
comercial en sus últimos trabajos, la irrupción de la Segunda Guerra
Mundial y el hecho de que "ella nunca estuviera contenta siendo una
estrella ni teniendo una vida tan pública" fueron los motivos que Silver
achaca a la temprana jubilación de la actriz.
"Quiero estar
sola" fue la única explicación que dio a su confinamiento en un
apartamento de Nueva York cercano al East River, donde vivió durante
décadas, paseando por las calles de Manhattan con unas grandes gafas de
sol y su melena canosa, hasta que murió en un hospital cercano.
Garbo, nacida el 18 de septiembre de 1905, llegó al cine por
casualidad. Se vio forzada a dejar los estudios por la muerte de su
padre, cuando tenía solo catorce años, y buscó trabajo en unos grandes
almacenes que la utilizaron como cara de sus campañas de publicidad.
Su belleza exquisita -alguien dijo que un rostro como el suyo solo
aparece una vez cada mil años- la ayudó a participar en dos cortos y dos
largos entre 1920 y 1922, pero no fue hasta 1924 cuando dio el salto a
Hollywood tras ser captada por el famoso director finlandés Mauritz
Stiller.
Stiller hizo que se olvidara de su largo nombre
sueco, que rodara "The Saga of Costa Berling" (1924) y que entrara por
la puerta grande de Hollywood del brazo de MGM, un estudio obsesionado
por la iluminación y por el maquillaje que empleaba cantidades
desorbitadas de dinero en forjar celebridades.
"Mi vida ha
sido una travesía de escondites, puertas traseras, ascensores secretos, y
todas las posibles maneras de pasar desapercibida para no ser molestada
por nadie", afirmó en una de las pocas veces que no rehuyó a los
periodistas, obsesionados en fotografiar a la Garbo en su madurez.
"También le hicimos una retrospectiva en el MoMA y no apareció",
recordó Silver, que expresó con añoranza que no se había "ni dado
cuenta" de que han pasado ya tantos años sin "la divina", sin el
magnetismo sueco, sin el enigmático mito de Hollywood, sin Greta Garbo.
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