El suplicio de Supplice
jueves, 30 de julio de 2015 7:26 By Augusto Socìas
La buena
convivencia entre los pueblos se sustenta en el respeto mutuo, lo que
obviamente suprime lo que en buen dominicano le llaman vivir “como chivos sin
ley” como ocurre en el área que desde
1801 lleva el nombre de Haití.
Si un dominicano critica
la negligencia haitiana de no documentar a sus paisanos, fluyen los
“defensores” pretendiendo justificar la ilegalidad, de lo que se excluye al
osado varón de esa nacionalidad que reveló lo que se puede denominar el
“suplicio” de Supplice por ese
vecindario abandonado.
Esta verdad de
Perogrullo quizás la entiendan mejor aquéllos que por razones “inexplicables”
tienen una venda que no les permite ver ni entender nada, luego de las
explicaciones del destituido embajador de Haití en República Dominicana, Daniel
Supplice.
Supplice evidencia,
en su misiva a quien “dirige” esa zona, que es una persona preocupada por un
cambio positivo para sus compueblanos y quizás sea una de los hombres más idóneos
para cambiar ese desastre en detrimento de una mayoría de pobres.
No faltan “grupos generosos”
a quienes gusta la pobreza porque esta es un símil de venda para que no se exijan
derechos prioritarios, propios de un ser humano con un aval de existencia digno
y un registro de identidad de su lugar
de origen.
Supplice, amante
del diálogo constructivo como él señala en una carta cuyo contenido le costó su
destitución, indica a la persona que tiene “el timón” en Haití que cientos de miles de haitianos esperan en vano
los documentos prometidos para estar regulados como grupo social.
Subraya además que
debe prevalecer la coherencia y armonía en las normas diplomáticas y que “con
calma, sabiduría y visión se resuelven los conflictos entre los estados.”
Lástima que lo
dicho por Supplice cayera en el vacío. Dirigir grupos poblacionales precisa
cierto nivel formativo y cultural, aunque la Constitución no aluda sobre este
particular. A esos infelices no se les puede negar el derecho de ingresar a su
suelo y estar debidamente identificados.
Todo gobernante
debe procurar para su pueblo alimentación,
educación, trabajo y salud porque solo bailando no se logra nada. No es
asunto de color, sino de subsistencia. La República Dominicana no puede con
carga ajena porque tiene la propia.
Este país es el más
solidario del mundo y no se inmiscuye en que foráneos preocupados por los
haitianos carguen con ellos para sus casas o su país.
Prueba de lo
anterior son las recientes cifras oficiales de que se hizo eco la prensa
dominicana reveladoras de que 867 mil 235
personas de Haití fueron atendidas en los diferentes hospitalarios dominicanos.
De ese total 530,185 fueron consultas y 337,051 en las emergencias, lo motivó
que el año pasado del presupuesto de salud se invirtiera RD$60.3 millones en esos extranjeros.
En las escuelas dominicanas hay 56
mil estudiantes a quienes no se les exige documento de identidad para su
ingreso a centros de estudios y en el 2010, tras el terremoto en Haití, el
gobierno dominicano le construyó y pagó RD$30 MM en una Universidad.
En julio de este año el Plan
Nacional Quisqueya Aprende Contigo tenía inscritos 40,625 haitianos, de los
cuales 27,048 siguen estudiando y 9,408 completaron su aprendizaje y recibieron
sus certificados.
No se trata de
regatear esto a los haitianos, no. Se hizo con amor y desprendimiento, pero
esto no indica que República Dominicana se deje apabullar con pretensiones
irascibles. El suplicio de Supplice en pro de un Haití objetivo que asuma su responsabilidad,
no lo va a vivir RD aunque el mundo entero y todos los organismos que les venga
en ganas se derritan cacareando a los
cuatro vientos.
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