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La radio sigue cualquierizada. A diario se escuchan personas con pésima dicción a través de populares estaciones.

Ocurre que dueños y directores de emisoras les dan luz verde a gente carente de preparación, ya sea por vínculos familiares o debido al clásico amiguismo.

En otros casos, algunas estaciones le rentan espacios a quien pague, sin importarle a sus propietarios si los que realizarán programas tienen capacidad.

Distinto a la actualidad, en las décadas setenta y ochenta, para un locutor sin experiencia laborar gratis los domingos en cualquiera de las radiodifusoras de mayor sintonía, tenía que coger su pela grabando. Ahora, cualquier "pelafustán" sin condiciones hace uso del micrófono por la falta de criterio de programadores y dueños.