Ballet rescata a niñas de favelas en Sao Paulo
lunes, 25 de agosto de 2014 12:41 By Augusto Socìas
Al otro lado del cruce elevado cubierto de pintadas y las vías del tren
subterráneo, en un barrio pobre rodeado de rascacielos, Gabriela
Aparecida, de 8 años, se acomoda el pelo rizado en un moño mientras
espera por un aventón a su nueva actividad favorita: ballet.
La delgada niña atraviesa la entrada hacia el sucio callejón para
abrazar a la voluntaria de la iglesia que la llevará a su clase de
baile.
Gabriela, quien ha crecido entre comerciantes de drogas y adictos, aún
tiene que aprender a leer. Pero ella y otras niñas de un duro barrio
conocido como "crackolandia"
están aprendiendo el agraciado arte por cortesía de un grupo de una
iglesia local que también les ofrece comida, asesoramiento y estudios
bíblicos.
La clase es parte de varios grupos en los que jóvenes bailarinas esperan llamar la atención de una respetada bailarina brasileña que recluta a docenas de niñas necesitadas para un taller anual.
Dos veces por semana, más de 20 niñas de entre 5 y 12 años se suben a
una camioneta Volkswagen y viajan 10 minutos a su clase, donde se visten
con mallas rosadas o negras y zapatillas de ballet donados por una
tienda de artículos de danza.
En un día reciente, la instructora Joana Machado tocó una alegre melodía
de flautas y piano. Sentadas en el piso, las niñas formaron un círculo
con las piernas estiradas hacia adelante. Flexionaron los pies y
estiraron los dedos hacia el piso, una y otra vez, mientras Machado
corregía la forma de las más pequeñas.
El tiempo dedicado a la gracia y el control es muy distinto al que pasan
en su día a día. Muchas son criadas por padres que están en
recuperación o son adictos a las drogas, algunas viven
con parientes vendedores de drogas o han sido abandonadas y albergadas
por vecinos. Algunas han experimentado violencia.
Las niñas que crecen en favelas tienen más
probabilidades de quedar embarazadas en la adolescencia, y el más
reciente censo de 2010 halló que la tasa de analfabetismo era dos veces
más alta en los barrios pobres que en otras áreas de Brasil.
"Vemos toda clase de historias aquí, desde niñas que no se han bañado en
días, que no saben cómo cepillarse los dientes, que pasan todo el día
encerradas en sus casas", dijo Machado, instructora y directora del
proyecto. "Siempre me siento responsable por sus vidas, siempre me
preocupa lo que pueda sucederles".
Machado acaba de abrir un estudio llamado "Casa de Sueños" en el
vecindario, reubicando la clase de una zona más comercial de Sao Paulo.
La misma Machado fue criada por una persona drogadicta, quien luego se
recuperó, en el nororiental estado de Bahía.
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