Estrenan "Afrocubism"

domingo, 11 de julio de 2010 9:54 By Augusto Socìas

















Más de 2.000 personas pudieron presenciar el viernes por la noche en La Mar de Músicas la puesta de largo del Buena Vista Social Club original. Porque BVSC fue un accidente, hermoso y afortunado, pero un accidente.


El objetivo del guitarrista Ry Cooder y el productor Nick Gold, en 1996 en La Habana, era traer de Bamako a unos músicos malienses para grabar con cubanos. Un problema de visados dejó en tierra a Bassekou Kouyaté y a Djelimady Tounkara, y el obligado cambio de planes se convirtió en un disco maravilloso que abrió al son cubano las puertas del mundo. Aquel encuentro entre caribe-ños y africanos no se pudo hacer, pero la idea quedó en el aire. Y, ahora, 14 años después, llega por fin AfroCubism.

Son tres fenómenos. Nadie hoy representa mejor la tradición del son cubano que Eliades Ochoa, nadie toca el n'goni (ancestro del banjo) como Bassekou Kouyaté y no hay kora (arpa-laúd) más asombrosa que la que acaricia Toumani Diabaté. Pero en AfroCubism también están un colosal Lassana Diabaté percutiendo con maestría el balafón (un tipo de xilófono) y un grandote Djelimady Tounkara con su solvente guitarra.

Empezó el concierto con Al vaivén de mi carreta, una vieja guajira de Ñico Saquito. "Trabajo de enero a enero, y de sol a sol, y qué poquito dinero me pagan por mi sudor", cantaba Eliades Ochoa, luciendo uno de esos sombreros negros con el que le fotografió Anton Corbijn. Y Kasse Mady Diabaté retomó la canción con su voz de ángel heredada de un abuelo que provocaba lágrimas de felicidad al cantar. "Y que luego vengan Vampire Weekend a hacer lo que hacen", comentó con ironía un habitual del festival.

Espectacular estuvo Lassana Diabaté al balafón con los 13 músicos rumbeando y el remache final de las trompetas antes de La culebra, en la que Eliades evoca al Beny (Moré) con los malienses aportando un suave perfume africano a la grabación original del Bárbaro del ritmo. Toumani, Bassekou y Eliades se quedaron solos para una sutil Guantanamera, que a más de uno se le escapó por culpa del bullicio festivo y de la energía contagiosa del son Para los pinares se va Montoro, guiño a Compay Segundo, que al igual que los añorados Ibrahim Ferrer, Pío Leyva o Rubén González siguen muy vivos en nuestra memoria.

Nick Gold cree que la cosa funciona: "Es mejor de lo que había imaginado o soñado. Hay más repertorio maliense que en la idea original, que consistía en dar otro aroma a la música tradicional cubana. Esta colaboración me parece más radical y sustanciosa". Confiesa que la primera vez que escuchó música de Cuba fue tocada por africanos. Y le gustó cómo lo hacían, de una forma más suave, ligera, que él prefiere incluso a la de los propios cubanos. "Me preguntan si yo quería unir dos culturas, pero no se trata de eso", dice riendo. "Me maravilla cómo suenan juntas las guitarras, la kora, las maracas, el balafón... Como un auténtico grupo".

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