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Si bien es cierto que decenas de personas se ganan la vida vendiendo agua en funditas en calles y avenidas, válido es señalar que muchos han terminado afectados por infecciones gastrointestinales, cólera y otras enfermedades. Como dice un viejo comercial: "este es un país muy especial", a lo que nosotros agregaos que cualquiera hace lo que le venga en ganas ante las narices de las autoridades de Salud Pública.

Muchas personas agobiadas por el calor compran sus funditas a dos pesos, sin reparar en los riesgos que implica ingerir el gua de las mismas, muchas veces carente de adecuado tratamiento. El número de envasadoras de agua a granel y funditas ha crecido como la verdolaga y esporádicamente Salud Pública clausura y lo proclama a los cuatro vientos, decenas de plantas, la mayoría de las cuales en corto tiempo vuelven a operar.

Y como se trafa de "padres de familia", no importa la salud de los pendejos contribuyentes. Seguimos en politiquería barata y nauseabunda. A decir verdad, Salud Pública y otras entidades llamadas a regular el negocio del agua nunca han asumido su papel.

Al parecer, no cuentan con personal necesario, pero lo cierto es que probablmente este sea el único país donde cualquiera establece una planta procesadora de agua que venden a granel, es decir, vaciándola en cubetas, tanques, etc. y como los botellones de las fábricas pequeñas cuestan veinte pesos y los de las grandes entre 40 y 50, miles de personas residentes en barrios del Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo, por asunto de economía, adquieren el agua que creen tratada con todas las de la ley y asumen los riesgos que esto enatraña.