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Los virus de la gripe mutan de forma impredecible por lo que «no se puede descartar que se convierta en un virus más agresivo durante el curso de una pandemia», recuerda el documento de la OMS. Los científicos están especialmente preocupados por lo que ocurra en el hemisferio sur, donde empieza el invierno austral. Para proliferar, los virus de la gripe necesitan un entorno frío y seco, como si se tratara de un buen martini.

La gravedad de las siguientes oleadas diferirá mucho entre unos países y otros. Y también el cómo comience. La historia ha demostrado que si afecta más a los niños en edad escolar, en la segunda oleada la gripe se cebará con los ancianos. Durante la llamada «gripe española», la de 1918, la pandemia empezó suave y volvió en apenas seis meses transformada en una amenaza letal. En 1957, la epidemia de gripe repitió el mismo patrón. Un estudioso de estas pandemias, el americano John M. Barry, lo definía con claridad: «La primera ola es la que siembra el pánico, la segunda la que mata».

Aunque la severidad no tiene por qué ser igual en todos los países. En 1968, la epidemia arrancó suave, con casos esporádicos en la primera oleada y permaneció así en la segunda vuelta, aunque hubo países que acusaron más la enfermedad. La solidez de los sistemas sanitarios será clave en las consecuencias de la pandemia, indica el informe.