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El ehcho de que un grupo de jóvenes brindaran ingirieran cerveza como si estuvieran en una fiesta durante el velatorio de otro asesinado, y escucharan canciones de Frankie Ruíz a todo volumen, evidencia que necesitan tratamiento de especialistas en conducta.

También, que sus padres no tienen la debida comunicación y control del comportamiento inadecuado que exhiben. Eso de echarle cerveza al ataúd, beberla como si fuera jugo o leche y disfrutar salsas de Frankie Ruíz, se llama en cualquier idioma irrespeto.

Mueve a preocupación que esos jóvenes continúen actuando con desenfreno, ingiriendo alcohol a diestra y siniestra en colmadones y discotecas y que sus progenitores no les presten atención, lo que reiteramos equivale a confundir libertad con libertinaje.

Es necesario que los padres se preocupen más por sus hijos, con quienes se juntan, por qué prestan más atención a la vida mundana que a estudios, su elevado consumo de alcohol y comportamiento público.

Reiteramos que la cirsis de moral que nos arropa está causando estragos en las bases de la sociedad por encima de la económica. La educación empieza en el hogar. Hay padres que tienen la falsa premisa de que "hay que darle libertad" a los hijos y no reparan en que una cosa es libertad y otra dejarlos que hagan lo que les venga en ganas, que lleguen de madrugada a sus casas y nadie les diga nada.